jueves, 29 de noviembre de 2012

Empatia




EMPATÍA

Es el proceso de interiorización de las emociones propias y ajenas. Cuanta más conciencia tengamos de nosotros mismos, de nuestras emociones y sentimientos, más capaces seremos de reconocer los de los demás.
Las manifestaciones de empatía aparecen en la más tierna infancia y su desarrollo depende, en gran medida, de la educación emocional que se brinde al niño. Las expresiones emocionales son fundamentales en nuestras relaciones sociales, y la capacidad de reconocerlas en los demás es una forma de empatizar.

Hay tres niveles de empatía:

1. Capacidad de identificar e interpretar adecuadamente las emociones ajenas.

2. Habilidad de percibir y responder a las preocupaciones o sentimientos inexpresados de los demás.

3.Comprensión de los problemas que se ocultan tras los sentimientos.

El autocontrol es clave para que, a la vez que permanecemos abiertos a los sentimientos de los demás, no nos bloqueemos emocionalmente.
La escucha es una cualidad fundamental en la empatía, pues predispone a las personas para la comunicación y favorece las relaciones interpersonales.
Se trata de la escucha activa, en la que somos conscientes de lo que el otro dice y también prestamos atención a lo que nos comunica con las expresiones no verbales.
El efecto Pigmalión. se refiere a cómo las creencias y expectativas de una persona afectan de tal manera a otras que provocan una respuesta que confirma estas expectativas. En educación, este efecto se concreta en el rendimiento y actitudes de los alumnos que, según las expectativas del profesor, serán mejores o peores; y también, en las expectativas de los alumnos sobre el profesor.

Aquí tenéis un cuento cortito ,para enseñar a los más peques de la casa, a comprender las emociones de los demás, a mirar otro el otro punto de vista.


Cuento "Mapache y Osito juegan a carreras"

caricatura de mapache marron Cuento para ayudar al niño a comprender las emociones de los demas
Una tarde de verano, Osito y Mapache jugaban en el bosque  a carreras alrededor de los árboles. Contaban hasta tres y corrían velozmente hasta llegar al otro lado del río, rodeando el bosque. Hicieron varias carreras pero Mapache ganaba continuamente,  como excelente trepador que es y acostumbrado a esconderse en los huecos de los árboles, corría tan rápido que para cuando llegaba Osito, a Mapache ya le había dado tiempo de descansar para la próxima carrera.

Osito estaba harto de perder y ya se había cansado de llegar siempre el último, así que  se enfadó y quiso expresar su rabia de esta manera a su amigo Mapache.
-¡No es justo!¡Yo quiero ganar también, tu siempre llegas el primero!- gritó Osito creyendo que su amigo Mapache comprendería cómo se sentía.
Pero no fue así. Mapache se rió y le contestó: -¡Osito, yo no tengo la culpa de ser más rápido que tú!- Osito se sintió triste porque su amigo no comprendía cómo se sentía y ya no quiso jugar más con él.
En ese momento, vino Perrito, otro amiguito que solía jugar con ellos en el bosque. Al ver que jugaban a carreras, quiso hacer una con ellos y volvieron a contar uno dos y tres para llegar al otro lado del bosque. Osito en esta ocasión como había conseguido tranquilizarse, también se apuntó.
En esta ocasión, para sorpresa de Mapache, ganó Perrito, y como dejó de ser el primero, empezó a saltar de rabia y lleno de cólera gritaba:
-¡Quiero ganar yo, quiero ganar yo…! -Su amigo Perrito, les miro a los dos y  sorprendido les preguntó.
-Pero, ¿no estabais jugando a carreras? Si es un juego, ¿por qué os enfadáis?, lo importante es que disfrutemos juntos y que nos alegremos del que llega primero, no enfadarnos por no serlo nosotros.Los amigos son felices cuando están juntos sin importar quién gana. Si queréis nos damos la mano y corremos todos juntos hasta el otro lado del río, será divertido, seguro que nos reímos mucho y llegamos todos a la meta.
En esos momentos, Mapache comprendió como se había sentido su amigo Osito cuando él ganaba todas las carreras y entendiendo que era más importante su amistad que ser el primero en un juego, decidieron cambiar de actividad con el fin de pasar un buen rato juntos.

Autoestima



AUTOESTIMA

La autoestima es la valoración que hacemos de nosotros mismos. Se forma a partir de la percepción de uno mismo y la comparación con el ideal de cada uno.

La importancia de la autoestima radica en que nos impulsa a actuar, a seguir adelante y nos motiva para perseguir nuestros objetivos. No hay que olvidar que el autoconcepto es una parte muy importante de la autoestima.

¿CÓMO MEJORAR LA AUTOESTIMA?

Es necesario conocer cuáles son nuestras fortalezas y aspectos positivos y cuáles son nuestras limitaciones. A partir de esta valoración, decidiremos qué aspectos deseamos mejorar y cuáles reforzaremos. 
El plan de acción para cambiar determinadas características debe ser realista y alcanzable en el tiempo (por ejemplo, la edad que tenemos es inamovible, etc.) Es decir, tenemos características que tendremos que aceptar y con las que convivir, intentando sacar partido y ver su aspecto positivo.

Si nuestra tendencia es a sobrevalorar las dificultades o defectos sin valorar las propias capacidades o posibilidades, la suma global hace que nos sintamos insatisfechos. Siesta forma de pensar está generalizada, actuaremos con temor y hay más posibilidades que los fallos se repitan en el futuro.
Lo adecuado es sentir una parte de nosotros como maravillosa, aquella que se refiere a nuestras capacidades. Somos buenos para unas cosas, tenemos cualidades que ponemos o no en práctica, hemos conseguido cosas, etc.
La otra parte de nosotros alberga los límites. Si a veces somos odiosos, nos enfadamos, somos débiles o miedosos, no sabemos qué hacer, e incluso nos equivocamos. 

Necesitamos aceptarnos como un todo, con límites y capacidades.Necesitamos estimar lo mejor de nosotros y lo menos bueno.

Veamos quince claves para mejorar la autoestima:
  1. No idealizar a los demás.
  2. Evaluar las cualidades y defectos.
  3. Cambiar lo que no guste.
  4. Controlar los pensamientos.
  5. No buscar la aprobación de los demás.
  6. Tomar las riendas de la propia vida.
  7. Afrontar los problemas sin demora.
  8. Aprender de los errores.
  9. Practicar nuevos comportamientos.
  10. No exigirse demasiado.
  11. Darse permisos.
  12. Aceptar el propio cuerpo.
  13. Cuidar la salud.
  14. Disfrutar del presente.
  15. Ser independientes.






¿Para que sirven las emociones?



¿Para qué sirven?



         Las emociones tienen un papel comunicativo una importancia especial en la infancia. 
         Las emociones regulan nuestras relaciones sociales, y sirven para buscar la proximidad de los otros, la ayuda de los demás o evitar enfrentamientos,(son socializadores).

         Las emociones básicas son capaces de provocar una respuesta inmediata, lo que en muchos casos son para la supervivencias.

        También sirven para facilitar determinadas conductas; son indicadores que nos ayudan a tomar decisiones.

Eres emocionalmente inteligente





TEST: ¿Eres emocionalmente inteligente?

Cojan papel y lápiz y sabrán si son emocionalmente inteligentes. 


SIEMPRE
A VECES
CASI NUNCA
NUNCA
¿Poseen un suficiente grado de autoestima?




¿Es una persona positiva?




¿Sabe dar y recibir?




¿Es empático; entiende los sentimientos de los otros?




¿Reconoce los propios sentimientos ?




¿Es capaz de expresar los sentimientos positivos y los negativos ?




¿Reconoce las emociones de los demás?




¿Son capaces de controlar sus sentimientos ?




¿Tiene motivación, ilusión y interés ?




¿Supera las dificultades y las frustraciones?




¿Encuentra un equilibrio entre la exigencia y la tolerancia?








domingo, 25 de noviembre de 2012

¡Qué emoción!



¿Qué es una emoción?


En cada instante experimentamos algún tipo de emoción o sentimiento. Nuestro estado emocional varía a lo largo del día en función de lo que nos ocurre y de los estímulos que percibimos. Otra cosa es que tengamos siempre conciencia de ello, es decir, que sepamos y podamos expresar con claridad que emoción experimentamos en un momento dado.
Las emociones son experiencias muy complejas y para expresarlas utilizamos una gran variedad de términos, además de gestos y actitudes. De hecho, podemos utilizar todas las palabras del diccionario para expresar emociones distintas y, por tanto, es imposible hacer una descripción y clasificación de todas las emociones que podemos experimentar. Sin embargo, el vocabulario usual para describir las emociones es mucho más reducido y ello permite que las personas de un mismo entorno cultural puedan compartirlas.
Experimentamos emociones positivas negativas en grados variables y de intensidad diversa. Ejemplos de éstas serían; triste, alegre, enfadado, etc.

Las emociones juegan también un papel fundamental en los procesos de salud de una persona. Tal es así que en muchos casos, sucede que una enfermedad se desencadena por una determinada experiencia que genera una emoción particular, tal es el caso de las fobias o de los trastornos mentales

Un ejemplo de cómo se produce una emoción sería el miedo. Éste es un sentimiento que puede producir cambios fisiológicos como aumento de la frecuencia cardíaca, dilatación de las pupilas, tensión en los músculos y segregación de adrenalina; a su vez produce una reacción interna que se refleja en expresiones faciales, movimientos bruscos o específicos y cambio en la entonación. 


sábado, 17 de noviembre de 2012

La tierra del cielo



La tierra de hielo

(Para aprender a confiar en la vida y en que a menudo los obstáculos se transforman en un paso hacia adelante.)

Un copo de nieve en la nariz hace que la pequeña hada Celeste abra los ojos y mire hacia arriba. Poco a poco el aire se va llenando de bolitas blancas que van cubriendo el paisaje, y se da cuenta de que se ha quedado sola en el nido de unos pájaros que la han invitado a pasar ahí la noche.

- ¿Dónde están? - pregunta en voz alta.

- Siempre hacen lo mismo - oye que alguien le contesta -. Cuando empieza el frío se van a otra parte donde haga más calor.

Celeste asoma la cabeza desde el nido, mira hacia abajo y ve a un ciervo que la está mirando con la boca llena de hierba.

- Y ¿tú por qué no te vas? - le pregunta ella.

- Yo ya estoy acostumbrado - responde él - y sé cómo encontrar hierba debajo de la nieve. ¿Tú quién eres?

Celeste da un saltito y baja volando al lado del ciervo.

- Soy Celeste - le dice sacudiéndose la nieve que le va cayendo sobre las alas - y estoy buscando mi varita. ¿La has visto por aquí?

- Pues no, no la he visto - le dice el ciervo sin dejar de comer -. Si sigues volando hacia el Norte pronto llegarás a la tierra de hielo y quizás allí tengas más suerte.

Y la pequeña hada decide hacer caso a su nuevo amigo. Le da un abrazo para despedirse y se eleva moviendo las alas con fuerza para volar entre los copos que continúan cayendo.

Pero el frío y la nieve hacen que cada vez le cueste más avanzar y al cabo de unas horas Celeste empieza a estar muy cansada. Está nevando tan fuerte que casi no ve nada, así que decide bajar y descansar un rato. Por suerte descubre un pequeño agujero entre unas rocas escondidas por la nieve y, encogida para mantener el calor, se duerme esperando que pase la tormenta.

- ¡Venga, apartaos, que ahora me toca a mí! ¡Que vooooooy!

Con esos gritos, la pequeña hada Celeste se despierta de golpe.

- ¿Qué pasa ahí fuera? - se pregunta saliendo de su refugio.

Ha parado de nevar y un grupo de pingüinos se lo pasa pipa tirándose al agua desde un tobogán de hielo.

- ¡Uauuuu! ¡Ahora sí que he llegado lejos! - grita uno de los más pequeños.

Celeste se los queda mirando divertida y se da cuenta de que ahí al lado un grupo de niños rompen a aplaudir cada vez que uno de los animalitos cae al agua.

- Me parece que ya he llegado a la tierra de hielo que me ha dicho el ciervo - dice mirando a su alrededor.

El paisaje es todo blanco y no se ven árboles ni plantas por ninguna parte. ¡Incluso esas casas redondas que se ven detrás de los niños están hechas de hielo!


Durante un buen rato los pingüinos siguen saltando al agua mientras los niños los miran y juegan a adivinar cuál de ellos llegará más lejos. Todos parecen estar pasándoselo bien, pero al girar la cabeza la pequeña hada ve a un chico que está sentado mirando el mar. Y, sin pensárselo, decide acercarse a él. 

- ¿Que no te gusta el espectáculo de los pingüinos? Tus amigos se están divirtiendo mucho - le dice, acercándose a él por detrás.

El chico, sin ni siquiera girarse, le responde:

- Sí, es muy divertido, pero ya los he visto demasiadas veces. Desde que era pequeño me he pasado las tardes viéndolos saltar. De hecho, aquí no hay demasiadas cosas para entretenerse.

- Entonces ¿por qué ellos no se cansan de mirarlos? - le pregunta ella.

- Supongo que están convencidos de que es lo único que pueden hacer - le contesta el niño -. Aquí siempre hace frío, los inviernos son muy largos y los días muy cortos, y nos pasamos meses enteros sin ver el sol. Yo ya estoy harto, por eso quiero irme.

- ¿Irte? - pregunta la pequeña hada -. Y ¿a dónde quieres ir?

- Quiero ir hacia el sol, a algún lugar donde no haga siempre este frío y donde todo esté lleno de colores, no sólo el blanco de la nieve y el hielo... - le explica él con los ojos brillando de ilusión.

- ¡Pues venga! ¿A qué esperas? ¿Por qué no te vas ya? - le dice Celeste.

- Todos dicen que estoy loco, que es muy peligroso, que quizás no lo consigo... ¿Cómo voy  a hacerlo yo solo? Aquí están mi familia y mis amigos... Además ¿de qué viviría? Mis padres tienen una barca de pesca y gracias al dinero que ganan con la venta de pescado nunca nos ha faltado nada. A veces les ayudo cuando salen a pescar, y dentro de un tiempo, cuando sean demasiado mayores para trabajar, la barca será para mí y entonces tendré trabajo para toda la vida... - responde él.

- Sí, pero ¿esto te gustaría? ¿Serías feliz? - pregunta ella convencida de saber la respuesta.

El chico no contesta, pero Celeste ve que una lágrima le cae por la mejilla y piensa que se ha puesto triste porque se ha dado cuenta de que eso no es lo que quiere.

Como siempre que ve sufrir a alguien, la pequeña hada Celeste se preocupa y quiere intentar ayudarle, aunque todavía no sabe muy bien cómo hacerlo.

Pero ahora ya sabe dónde buscar ayuda. Cierra los ojos y llama a "Lucy", porque sabe que aunque no la vea ella siempre está a su lado y le aconseja qué hacer. Enseguida oye la vocecita, que le dice:

- Háblale de ti y de tu varita, y de tu deseo de ser un hada de verdad.

- ¡Buena idea! - exclama Celeste en voz baja. Y, sentada a su lado, empieza a contarle:

- Mira, lo que a mí me hacía feliz era poder ir a la escuela de hadas para aprender a ser un hada de verdad, pero el primer día de clase perdí mi varita y no la encontré por ninguna parte.

"Primero pensé que ya no podría ser nunca un hada y me puse muy triste, pero entonces oí una vocecita que me dijo que la siguiera buscando y decidí hacerle caso. Si me hubiera quedado en casa pensando que ya no podría ser nunca un hada estaría tan triste que no podría disfrutar de nada, y siempre estaría pensando en que quería ser un hada y no pude serlo.

"Todavía no la he encontrado, pero en mi viaje he hecho un montón de amigos y he aprendido muchas cosas. Además, ser un hada es mi mayor deseo, es lo que me hace feliz, y por eso no pienso en los problemas que puedo encontrar en el camino, ni en si es peligroso. Estoy tan segura de que eso es lo que quiero, que no tengo miedo.

"Creo que cuando la vocecita nos dice que tenemos que hacer algo tenemos que hacerle caso. A mí siempre me ayuda, y no sé por qué, pero si tengo algún problema siempre encuentra la forma de solucionarlo.

Mientras la escucha, el chico siente que el corazón le late cada vez más fuerte, y de pronto oye una vocecita que le dice:

- ¡Hazlo, no dejes que el miedo sea más fuerte que tú! Si no lo haces nunca podrás ser feliz, porque siempre te preguntarás cómo hubiera sido tu vida si lo hubieses hecho.

- ¡Gracias Celeste! ¡Lo he decidido! ¡Mañana mismo me iré! ¡Voy a contárselo a todos!

Y, levantándose de un salto, el chico corre hacia el pueblo para darles a todos la noticia.

- ¡Estás loco, no lo conseguirás! ¿No ves que eso son tonterías? ¡Aquí todos vivimos sin sol! ¿Es que tú no puedes hacer lo mismo que los demás? - le dice su padre sin entender nada.

Al día siguiente se levanta muy temprano y le da un beso a su madre, que le ha preparado una bolsa de comida para el viaje.

- Yo tampoco te entiendo - le dice ella - pero te quiero y quiero que seas feliz. Tu padre también te quiere, pero tiene miedo de que te pase algo y no sabe cómo decírtelo.

Su padre se ha ido a pescar y no puede despedirse de él. Un poco triste pero lleno de ilusión, el chico sale de casa y empieza a andar hacia el mar. Cerca de la orilla se encuentra a Celeste jugando con dos focas, que se divierten intentando atraparla mientras ella vuela de una a la otra tocándoles los bigotes y escapando enseguida para que no la atrapen.

Cuando el chico llega a su lado deja la bolsa en el suelo y se queda mirando el mar.

- Y ¿ahora qué? - le pregunta a la pequeña hada -. ¿Cómo voy a cruzar el mar?

- No te preocupes, dice ella. Seguro que encontrarás la solución. Cuando hacemos caso de la vocecita, la magia nos acompaña para que consigamos lo que deseamos.

De repente, el hielo del suelo alrededor del chico empieza a romperse, y antes que tenga tiempo de saltar hacia atrás, el trozo de hielo se desprende y empieza a flotar mar adentro.

- ¿Lo ves? - grita Celeste divertida -. ¡Ya tienes barca! ¡La magia te está ayudando!

Y antes de darse cuenta, sus alas empiezan a batir con fuerza para llegar hasta el chico.

- ¡Voy contigo! ¡Aquí no he encontrado la varita y tengo que buscarla en otra parte!

El chico sonríe feliz, y la pequeña hada está contenta de haberle ayudado.

Durante unos días navegan encima del trozo de hielo, pero una mañana el chico grita asustado:

- ¡Mira Celeste! ¡El hielo se está derritiendo! ¡Nos estamos quedando sin barca! ¡Nos vamos a hundir!

- Tranquilo - le dice ella -. ¿No te has dado cuenta de que aquí ya no hace tanto frío? Por eso se derrite. Mira hacia allí - le dice, señalando hacia adelante -. ¡Ya empieza a haber árboles! Tú confía en la magia y verás cómo encontramos una solución.

Y al cabo de un rato, cuando ya casi sólo les queda sitio para estar de pie encima del hielo, una ola los empuja hasta la orilla, justo delante de un bosque.

- ¡Qué suerte! - exclama el chico -. ¡Esto está lleno de troncos! ¡Ahora sí que podremos construir una balsa!

- ¿Lo ves?- le dice Celeste sonriendo -. Cuando necesitas ayuda y confías en la magia, la ayuda siempre te llega.

Y mientras el chico empieza a atar unos troncos con raíces y tallos de plantas, la pequeña hada aprovecha para buscar alguna flor y comer un poco de néctar antes de seguir el viaje.

Con su nueva balsa continúan navegando hacia la tierra del sol. Van pasando los días y, poco a poco, el paisaje va cambiando. En lugar de bosques, ahora hay playas de arena blanca y palmeras.

- Debemos estar a punto de llegar - le dice Celeste al chico -. ¡Está haciendo cada vez más calor!

- ¡Mira! - grita él de repente señalando a un lado de la balsa y después al otro.

Una manada de delfines está nadando a su lado.

- ¡Qué animales más bonitos! ¡No había visto nunca ninguno! - vuelve a gritar yendo de un lado al otro sin parar.

Los troncos no paran de moverse, y antes de que Celeste tenga tiempo de avisarle, el chico tropieza, se cae y desaparece bajo el agua. Celeste mira por todas partes pero no lo ve.

- ¡Estate tranquilo! - le grita sin saber si puede oírla. - ¡La magia te ayudará!

Y de pronto, en medio de miles de burbujas, ve al chico saliendo del agua cogido a la aleta de uno de los delfines que va nadando hacia la playa. El resto de la manada lo sigue empujando la balsa por detrás, y en un periquete el chico y Celeste se encuentran en la arena.

- Diría que ya hemos llegado - le dice la pequeña hada -. Me parece que los delfines quieren que te quedes aquí.

Y echando un vistazo a su alrededor, descubren que han ido a parar a un pueblo de pescadores.

- ¡Pues claro que me quedo! - exclama el chico contento -. Este sitio es precioso.

Y al girar la cabeza ve una barca de pesca con un cartel colgado, donde pone: "Se necesita ayudante".

Se levanta de un salto y empieza a correr hacia la barca. Al cabo de poco rato vuelve gritando y sin dejar de sonreír:

- ¡Ya tengo trabajo! ¡Ya tengo trabajo! ¡Tienes razón, la magia nos ayuda! ¡Ya tengo trabajo!

La pequeña hada Celeste se alegra de que el chico haya conseguido hacer realidad su sueño. Ahora ella debe seguir con el suyo: convertirse en un hada de verdad para poder ayudar a la gente, y para ello tiene que seguir buscando su varita...

En el fondo de su corazón sabe que la magia también la está ayudando.

¿Tú también la quieres seguir buscando?

Imagínate algo que te gustaría hacer cuando seas mayor. Quizás ahora te parecerá muy difícilconseguirlo o alguien te dirá que es imposible o una locura. Si de verdad lo deseas confía en que poco a poco irás descubriendo qué pasos debes ir haciendo para llegar. Quizás a veces te costará y habrá cosas que no te saldrán como esperabas, pero si tienes confianza y sigues adelante al finallo conseguirás.

Muchas veces nos pasan cosas que nos parecen un problema, pero a menudo es precisamente esteproblema el que nos acerca más a lo que deseamos. Lo que parece un obstáculo se convierte en un paso adelante. Quizás al principio no lo podemos ver, pero después nos damos cuenta de quegracias al problema hemos hecho algo o hemos tomado una decisión que nos ha traído cosas buenas. Además, de todo lo que nos pasa siempre podemos aprender algo que nos puede servir en un momento u otro.

Un dibujo muy especial



Un dibujo muy especial

(Para entender el miedo y aprender a superarlo.)

Hace un día precioso. Los árboles se están empezando a vestir con los colores del otoño y llenan el paisaje con todo tipo de amarillos, marrones y rojos. La pequeña hada Celeste vuela siguiendo el curso de un riachuelo que corre por en medio de un valle. Poco a poco el sol empieza a calentar y seca el rocío que cubre las flores y las hojas.

- Estoy empezando a tener calor - dice pasándose una mano por la frente. - Creo que iré a refrescarme y a beber un poco de agua.

Y cuando llega abajo se sienta en una piedra, estira los brazos y mete las manos en el agua.

De pronto se queda mirando unas hojas que bajan por el río dando vueltas, y de un salto se levanta y exclama:

- ¡Ahora sí que voy a divertirme! ¡Qué idea acabo de tener!

Y dándose impulso con las alas da una voltereta y va a caer encima de una hoja que se desliza por el agua.

- ¡Uauuu, qué divertido! - grita mientras su barquita la lleva río abajo.

Mientras el agua la arrastra, la pequeña hada descansa mirando el cielo y disfrutando del frescor de las gotitas que la salpican de vez en cuando.

Pero de pronto, la hoja choca contra una piedra y Celeste cae al río. Enseguida saca la cabeza, pero con las alas mojadas no puede volar, y el agua tiene tanta fuerza que no la deja acercarse a la orilla.

- ¡Socorro! - grita - ¡Que alguien me ayude!

Pero no hay nadie, y al cabo de un rato Celeste deja de gritar y empieza a sentirse muy cansada.

- ¿Cómo voy a salir de aquí? - piensa cerrando los ojos. - No sé cuánto rato podré aguantar...

Entonces siente que una mano la agarra, la saca del agua y la tumba en la hierba con mucho cuidado. Celeste abre los ojos y ve a un niño de piel oscura que lleva una pluma atada en la cabeza con una cinta. Pero los ojos se le vuelven a cerrar y se queda dormida de tan cansada que está.

Al cabo de un rato se despierta y, sin levantarse, ve al niño que la ha sacado del agua. Está sentado a la orilla del río, sacando punta a un palo con un cuchillo. La pequeña hada comprueba que sus alas están secas y se acerca al niño volando.

- Muchas gracias por ayudarme -, le dice sentándose a su lado.

- ¿Puedes volar? - le pregunta él con cara de sorpresa.

- Pues claro, soy un hada - le responde ella. - Bueno, eso es lo que me gustaría, pero he perdido mi varita y no puedo ir a la escuela. ¿La has visto por aquí?

- Pues no - le contesta él - pero si quieres te hago una. Se me da muy bien hacer cosas con los palos.

- Gracias, pero creo que no serviría. Las varitas se hacen con una madera muy especial y tienen magia - le explica ella. - ¿Qué estás haciendo?

- Es una flecha para mi arco, que también lo he hecho yo - le dice el niño.

- Y ¿esto qué es? - le pregunta Celeste señalando una especie de bolsa larga y estrecha de piel.

- Es un carcaj, y sirve para guardar las flechas. También lo he hecho yo - le cuenta él.

- Ah - dice Celeste - pues aún te queda mucho trabajo si quieres llenarlo. ¿Sólo tienes una flecha?

Haciendo que sí con la cabeza, el niño le contesta:

- Es que hace días que no hay tormenta y el río no lleva muchos palos ni maderas, y además, a veces cuando los cojo del agua están podridos y se rompen.

- Y ¿por qué no vas a cogerlos al bosque? - le pregunta ella.
- Seguro que allí encontrarías los que necesitas.

- ¡Al bosque! - exclama el niño con cara de asustado. - ¡Uy, no! ¡El bosque es muy peligroso!

- ¿Que el bosque es peligroso? - dice Celeste con cara de extrañada. - ¿Por qué dices eso? Los bosques son preciosos, y allí sólo viven animalitos...

- ¡Sí, eso mismo, animales grandes y malos que hacen daño a la gente que se les acerca! - le dice el niño con cara triste.

-¿Qué quieres decir? - pregunta ella. - ¡Si no hay ningún animal que sea malo! Sólo matan para comer o para defenderse.

Entonces el niño se queda callado mirando el bosque, y una lágrima le resbala por la mejilla.

- ¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras? - le pregunta Celeste preocupada.

- Hace dos lunas el brujo de la tribu se fue a buscar plantas para sus pociones y aún no ha vuelto. Lo fueron a buscar pero no lo encontraron. Y esa misma noche se oyeron unos ruidos muy raros, como si fueran gritos de una bestia enfadada. Desde entonces nadie ha vuelto a entrar ahí.

- Qué raro - le dice Celeste. - Yo conozco muchos bosques y nunca ha pasado nada así. Los bosques son parte de la naturaleza, y la naturaleza no es mala... Seguro que hay una explicación.

En ese momento Celeste oye a Lucy:

- Él te ha ayudado a salir del río. Ayúdale a superar su miedo.

- ¿Y cómo lo hago? - piensa.

- Acompáñale y dile que un hada es mágica y que no os puede pasar nada.

- Sí, pero no tengo mi varita - responde a la vocecita.

- No la necesitas. Pero así él se sentirá más seguro.

Así pues la pequeña hada le dice al niño decidida que lo acompañará y que no le pasará nada porque su magia les protegerá.

- ¡Venga, sé más fuerte que tu miedo! - le dice viendo que no se decide. - A lo mejor ahí dentro encuentras los mejores palos para hacer flechas. ¡Si no vas tardarás mucho tiempo en llenar tu carcaj!

Y, poco a poco, el niño se levanta y empieza a caminar. Celeste se sienta en su hombro para que se sienta protegido.

Pero justo antes de entrar en el bosque el niño se da media vuelta y vuelve hacia atrás.

- ¿Qué haces? - exclama Celeste. - Si no te atreves, nunca descubrirás qué hay ahí dentro. Quizás te perderás alguna cosa bonita. ¿Verdad que te gusta hacer flechas? ¡Pues venga, sé más fuerte que tu miedo, no dejes que te gane!

Al final el niño entra decidido en el bosque sin pensárselo.

- ¿Qué es ese ruido? - grita de pronto asustado.

- Tranquilo, es un pájaro que avisa a los demás de que estamos aquí - le dice ella.

- ¿Qué ha sido eso que se ha movido detrás de aquella planta? - vuelve a gritar al cabo de un momento.

- Pues un conejito que se ha asustado al vernos, como la mayoría de animales, que se asustan al ver a una persona...

- Aaaaah - dice el niño algo más tranquilo.

Cuando hace un rato que caminan, parece que el niño ya no tiene miedo, y va recogiendo palos del suelo mientras Celeste vuela detrás suyo, parando de vez en cuando a tomar un poco de néctar de alguna flor.

De pronto se oye un rugido muy fuerte y todos los pájaros dejan de cantar de golpe:

- Grrrrrr! Grrrrrr!

- Estate tranquilo y no te muevas - le dice Celeste al niño.

El pobre no podría moverse ni aunque quisiera. Está tan asustado que no puede ni hablar.

Delante suyo empiezan a moverse unos arbustos y de detrás de un árbol aparece un oso enorme. Celeste no sabe qué hacer, y entonces cierra los ojos y desea de todo corazón que la magia de los bosques les traiga ayuda de alguna parte. El oso está ahí delante, de pie y enseñándoles las garras, y el pobre niño en el suelo, sin atreverse casi ni a respirar.

De repente se oye un grito:

- ¡Quieta!

Celeste y el niño giran la cabeza y ven a un hombre que se acerca al oso y empieza a acariciarlo.

- Tranquila, no quieren hacerte daño. Son amigos - oyen que el hombre le dice al oso.

Poco a poco el animal se va calmando, y después de oler la mano del hombre se da media vuelta y se va por donde había venido.

- Y ¿tú quién eres? - le pregunta Celeste al hombre. - ¿Cómo lo has hecho para que el oso se vaya?

- Es una osa. Cuando vine al bosque a buscar plantas la encontré en el suelo cerca de una cueva. Se encontraba muy mal, porque su bebé no podía salir de su barriga. Debía hacer mucho que estaba de parto y la pobre ya no tenía fuerzas, así que la ayudé y decidí quedarme unos días hasta que se encontrara mejor. Os debe haber oído y sólo quería proteger a su cachorro.

- ¡Pues nos ha dado un buen susto! - le dice Celeste sonriendo. - Éste debe ser el brujo, ¿no? ¿Ves como no le había pasado nada? - dice Celeste mirando hacia el niño.

Y de golpe éste se levanta y empieza a gritar:

- Pero ¿por qué no volviste? ¡Todo el mundo estaba preocupado! ¡Te estuvieron buscando y no te encontraron!

- Mira - le responde el brujo - cuando vinieron a buscarme me encontré a tu padre, el jefe de la tribu, y estuve hablando con él. Le pedí por favor que no le dijera a nadie que me había visto, porque necesitaba descansar un tiempo, y si la gente sabía que estaba aquí vendrían a buscarme cada dos por tres para algo. Como en el poblado está mi ayudante, que ya ha aprendido a preparar pociones para curar a la gente, a él le pareció bien, y por lo que veo ha guardado muy bien  mi secreto. De todos modos, creo que ya he tenido tiempo suficiente para descansar y puedo volver con vosotros.

El niño empieza a recoger los palos que se le han caído con el susto, y cuando está a punto de coger el último ve un pajarito en el suelo con un ala rota.

- Pobrecito, debe haberse caído del nido - le dice el brujo cogiéndolo con cuidado. - Nos lo llevaremos a ver si podemos arreglarle el ala. ¿Querrás ayudarme?

El niño hace que sí con la cabeza, y entonces se da cuenta de que en el suelo ha quedado una pluma del pájaro.

- ¿Me la puedo quedar? - le pregunta al brujo.

- ¡Pues claro que sí! Seguro que el pajarito te la regala por haberlo encontrado. Si la llevas siempre encima te recordará que si te atreves a hacer una cosa puedes descubrir otras que si no te perderías.

Y, atándose la pluma a la cabeza con la cinta, el niño sale del bosque contento de haber entrado en él. Ha conseguido un montón de palos para sus flechas, ha encontrado al brujo y ahora podrá ayudar al pajarito curándole el ala.

Esa noche en el poblado, todos celebran la vuelta del brujo con una gran cena y una fiesta con música y danzas alrededor del fuego. Se han pintado la cara y el cuerpo con dibujos y rayas de colores. Pero hay alguien que lleva un dibujo muy especial... El brujo ha pintado una pequeña hada en la espalda de un niño, para que no deje nunca de creer en la magia que lo acompaña y que le da fuerzas para no volver a tener miedo.

A la mañana siguiente Celeste se despide de sus amigos para seguir con su viaje. La varita la espera en algún lugar y, como siempre, sin saberlo, poco a poco se va acercando...

¿Quieres seguir viajando?

Por Dolores García

Todo el mundo tiene miedo de algo, incluso los adultos. El miedo nace cuando vemos o imaginamos cosas que pensamos que nos pueden hacer daño o que nos traerán problemas. El miedo no es una emoción mala, y tenerlo no significa ser “pequeño” o un “gallina”. Nos ayuda a poder escapar ante un peligro y así no hacernos daño o morir. Pero a veces el miedo hace que dejemos de hacer cosas sólo porque no las hemos hecho nunca y no sabemos cómo nos saldrán.

Cuando tengas miedo de algo piensa: Este miedo, ¿sirve para protegerme y no hacerme daño o sólo lo tengo porque imagino cosas que quizás no existen? Si te das cuenta de que el peligro sólo te lo estás imaginando y no existe de verdad, intenta vencer tu miedo. Si no te atreves, nunca sabrás qué podrías haber conseguido. ¿No te ha sucedido nunca que te ha dado miedo subir a una atracción o en una bici más grande y luego te lo has pasado muy bien?

No hay animales malos. Si a veces hacen daño a una persona es porque están asustados o se sienten amenazados, o porque precisamente una persona se lo ha enseñado. A veces, si una persona ha hecho daño a un animal, él cree que todas las personas son iguales y todas quieren hacerle daño, y entonces ataca para defenderse.