¡Tú puedes Lyco!
(Para
aprender a aceptarse a uno mismo y a confiar en las propias
capacidades.)
Esta
noche, la pequeña hada Celeste ha soñado con su varita y se ha
despertado antes que salga el sol con muchas ganas de seguir
buscándola. Ya hace rato que vuela por el bosque con los ojos bien
abiertos, metiendo su cuerpecito de hada en todas las madrigueras que
encuentra.
Pero
quiere ir tan rápido que a veces se olvida de mirar antes si hay
alguien dentro.
-¡Uy,
me he pinchado! - grita saliendo de la madriguera de un
puerco-espín.
Y
después de meter el brazo en un hormiguero lo saca enseguida lleno
de hormigas:
-
¡Ya basta, dejad de hacerme cosquillas! - grita saltando y
sacudiéndoselas con las manos...
Aunque
lo peor llega cuando mete la cabeza en un enjambre lleno de abejas,
que la persiguen un buen rato hasta que se tira de un salto al río...
Allí,
sentada en el agua, con el pelo chorreando y la cara llena de
picaduras la pequeña hada Celeste se da cuenta de que está muy,
muy cansada y de que todavía no ha desayunado. Mientras se sacude el
agua de las alas descubre bajo un árbol un arbusto lleno de flores
azules como su vestido. Y allí, sintiendo el calor del sol que va
secando su cuerpecito de hada, disfruta llenándose la boca con su
dulce néctar.
Pero
de pronto oye un ruido que la distrae.
-
Parece alguien que llora -, dice aguzando el oído.
Y,
limpiándose la boca con la mano, gira la cabeza buscando de dónde
vienen los llantos.
-
¿Quién llora? - pregunta en voz alta.
-
Soy yo, Lyco - oye que alguien responde desde lo alto del árbol.
Y
Celeste sube volando hasta una de las ramas donde encuentra un
pajarito en un nido.
-–¿Tú
eres Lyco? - le pregunta sentándose a su lado.
-
Sí - dice el pajarito sin dejar de llorar.
-–¿Por
qué lloras? - le pregunta Celeste acariciándole.
El
pajarito, secándose las lágrimas con un ala le responde:
-
Todos mis hermanos se han ido volando con mis padres a buscar comida,
pero yo no puedo volar.
-
¿Por qué no? - pregunta Celeste.
-
Pues porque mis alas son demasiado pequeñas y no tienen fuerza -
dice estirándolas para enseñarlas a la pequeña hada.
-
A mí me parecen lo bastante grandes para ti - dice ella -
Tú eres pequeñito y con unas alas más grandes harías reir. Mírame
a mí. Mis alas también son pequeñas y me llevan a todas partes.
Lyco
se la queda mirando y piensa que tiene razón, pero de golpe empieza
a llorar otra vez:
-
¡No puedo! ¡No puedo volar!
La
pequeña hada Celeste no sabe qué decirle al pajarito. Se va
poniendo triste porque no sabe cómo ayudarle. Le gustaría tener su
varita para usar un poco de magia. Y de pronto oye aquella vocecita
que siempre la acompaña, que le dice:
-
Dale un empujón, dale un empujón... .
-
¿Un empujón? - piensa Celeste. - Pero, ¿y si es verdad que no puede
volar y cuando le empujo se cae y se hace daño?
Y
vuelve a oír la vocecita, que le dice:
-
No hace falta un empujón de verdad. Ayúdale a perder el miedo. Dale
la mano...
Y
entonces se le ocurre una idea:
-
¡Ya sé qué vamos a hacer, Lyco! Yo volaré contigo y así verás
que no pasa nada...
Y
de golpe, antes que el pajarito pueda pensárselo, Celeste lo agarra
de un ala y lo hace saltar con ella del árbol.
-–¡Suéltame!
- grita Lyco. - ¡Si me coges el ala no puedo volar!
Y
entonces, cuando Celeste lo suelta, Lyco se eleva moviendo rápido
sus alitas.
-
¡Puedo volar! - grita. - ¡Puedo volar!
Pero
sus alas se cansan enseguida y el pajarito cae sobre la hierba.
-
¿Lo ves? - le dice a Celeste a punto de ponerse a llorar. - ¡No me
sale bien! ¡Ya te he dicho que no podía!
- ¡Venga,
vuelve a intentarlo! - dice
ella. - ¡Tienes que volver a
probar! Ya verás como cada vez llegarás un poco más lejos. ¡Tú
puedes, Lyco!
Y,
dando un saltito, Lyco vuelve a elevarse. Esta vez vuela un trocito
más. Poco a poco va animándose y, aunque se cae unas cuantas veces
sigue probando hasta que, con Celeste detrás suyo, aprende a subir y
bajar, a dar vueltas, incluso a hacer una voltereta antes de bajar a
tierra.
Lyco
está muy contento, y Celeste se siente feliz por haberlo ayudado.
Pero de pronto, el pajarito deja de sonreír y empieza otra vez a
llorar.
-
¿Y ahora qué te pasa? - le pregunta Celeste sorprendida. - Ya has
aprendido a volar, ¿ahora por qué lloras?
-
Tengo hambre - responde Lyco, - y no sé cazar gusanos. Seguro que
cuando los quiera atrapar se me escapan, porque mi pico es muy
pequeñito...
Y
llora y llora sin parar.
-
¿Otra vez? - exclama Celeste. - ¿Y tú qué harías con un pico más
grande? Te pesaría tanto que no podrías levantar la cabeza del
suelo! - le dice.
Y
entonces Lyco se da cuenta de que quizás Celeste vuelve a tener
razón y piensa:
-
Si he podido volar con estas alitas seguro que puedo atrapar gusanos
con mi pico aunque sea pequeño.
Y
dando cuatro saltitos se acerca a un montón de piedras y empieza a
remover la tierra con el pico. Enseguida encuentra un gusano y, antes
de que se escape lo atrapa y se lo traga enterito.
-
¡Lo he conseguido! - grita contento. - ¡He atrapado uno yo solo!
¡He atrapado uno yo solo!.
La
pequeña hada Celeste lo mira sonriente. Lyco ya no tiene miedo de no
poder hacer las cosas. Y ,feliz, se da cuenta de que le ha podido
ayudar aunque no tuviera su varita.
-
De todos modos tengo que seguir buscándola - piensa. - Un hada de
verdad necesita su magia para ayudar a los demás.
Y
tras despedirse de su amigo, que come gusanos sin parar, Celeste se
eleva moviendo sus alitas para seguir su viaje. Aún no sabe que cada
día que pasa se acerca acerca a su varita un poquito más...
¿Quieres
saber qué pasará?
Quiérete
tal y como eres. Quizás hay cosas que no puedes hacer, pero muchas
otras sí. Muchas veces desearíamos ser más altos o altas, más
inteligentes, con el pelo más largo o de otro color...
o
creemos que seríamos mejores si supiéramos hacer las cosas que
hacen otros... ¡Tú ya eres perfecto o perfecta como eres!
¡Piensa
que en todo el mundo no hay nadie igual que tú! ¡Eres especial!
No
dejes de hacer algo sólo porque crees que no te va a salir bien.
Inténtalo las veces que haga falta, y seguramente poco a poco te irá
saliendo mejor. Piensa en los niños pequeños que aprenden a andar.
¿Verdad que se caen muchas veces y lo siguen intentando? ¡Todo el
mundo aprende a andar! Unos tardamos más y otros menos, pero TODOS
necesitamos un tiempo para aprender. ¡Lo importante es que tengamos
ganas de hacerlo y no dejemos de intentarlo cuando no nos salga bien!
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